En mi gran camino recorrido, si hay una frase que resuena constantemente en mi alma y que se ha convertido en el faro de mi trabajo, es: «El Amor Todo Lo Puede». No es solo un eslogan bonito o una afirmación vacía; es la base de mi filosofía de vida y el pilar fundamental de todo lo que hago como terapeuta del alma.
Muchas veces, la sociedad nos enseña a buscar la fuerza en el poder, en el control o en la acumulación de cosas. Sin embargo, en mis más de 30 años acompañando a almas en su proceso de despertar, he comprobado una y otra vez que la energía más poderosa y sanadora del universo es, sin duda, el amor.
Esta frase encapsula la esencia de mi mensaje: el amor no es solo un sentimiento, es un estado de conciencia. Cuando vivimos desde el amor, nuestra perspectiva cambia. Las situaciones que antes nos parecían insuperables se vuelven oportunidades de crecimiento. Los miedos que nos paralizaban se disipan, y encontramos una paz interior que no depende de las circunstancias externas.
He visto cómo el amor ha sanado heridas profundas, ha reconectado familias separadas y ha devuelto el propósito a quienes se sentían perdidos. El amor es la fuerza que nos libera de las ataduras del ego, del «deber ser» y de las historias que nos inventamos para justificar nuestro sufrimiento. Es la única fuerza capaz de alinear nuestro cuerpo, mente y alma para que podamos vivir en totalidad.
Por eso, en cada terapia, en cada taller y en cada palabra que escribo, mi objetivo es recordarles a las personas que el amor ya reside en su interior. Mi tarea es simplemente ayudarlos a quitar el velo que lo oculta, para que puedan reconectar con esa fuente inagotable de energía. Porque cuando nos abrimos a amar sin condiciones, sin juicios y sin expectativas, no hay obstáculo que no podamos superar. Y en ese acto de entrega, descubrimos que, en efecto, «El Amor Todo Lo Puede».